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Ricardo Raúl Benedetti
03 feb 2019
In Discusiones generales
¿Trolls, bots o activistas políticos en redes sociales? Si no da la cara ni su nombre real, sin duda es un troll y alguien le paga para atacarte. Este preconcepto es muy habitual entre aquellos políticos y mediáticos agredidos en redes sociales frente a cualquier postura que asuman en público. Pero ¿qué tan cierta es esta afirmación, al punto de producir informes de una dudosa rigurosidad científica, y que acrecentó el mito de los supuestos trolls? Para responder esto, vayamos un tiempo atrás en la historia reciente del activismo en redes. Varios de los exponentes en Facebook que promovieron los "cacerolazos" en 2012 y 2013 utilizaban nombres de fantasía para preservar su identidad, principalmente por temor a represalias del gobierno de turno y que algunos sufrimos por no cuidarnos. Twitter llegó a imponerse un par de años después y comenzó a tener impronta mediática a fines de 2014, manteniendo los usuarios aquellas mismas sensibilidades que los "viejos activistas" de Facebook. Prosiguió la costumbre de abrir cuentas con nombres ficticios, a modo de resguardar la identidad. No resultaban nada buenos el escrache y la persecución que, por ejemplo, realizaba la AFIP a los opositores del gobierno kirchnerista, y que veíamos sufrir a muchos de manera constante. Hoy en día, las reglas que imperan en las redes sociales son muy distintas. Existen algoritmos utilizados por estas aplicaciones que localizan las cuentas automatizadas (bots) y las suspenden, o restringen la multiplicidad de ellas desde la validación telefónica de una cuenta, sin poder utilizar ese número para otra distinta, algo que era común en los comienzos de Facebook y Twitter. Así fue que quedó instalado por los "históricos" proteger la identidad, como parte de un sistema de salvaguarda personal frente a la posibilidad cierta de ataques por parte de grupos políticos adversos. Resguardar la actividad laboral y mantener a salvo la postura asumida en redes frente al grupo de amigos y la propia familia resultaron motivos suficientes para ampararse con un alter ego, a través de un nombre de fantasía. Desde mi experiencia en redes puedo afirmar que las supuestas granjas de trolls en la Argentina forman parte de un mito que la mayoría de sus voceros difunden por malicioso interés o desconocimiento propio del "distrito digital". Hay que decirlo claro: no resulta para nada necesaria una organización de trolls para difundir una idea, estimular un diálogo u organizar una acción desde las redes sociales. Para convertir un hashtag en tendencia y hacerlo visible en el universo Twitter se requiere el acuerdo de una cierta cantidad de personas en un horario específico y que todas ellas le den inicio a la acción. La sinergia entre cantidad de tuits y frecuencia de tiempo hace la magia para llevarlo a los primeros lugares del trending topic, y ese hashtag será parte visible de esa red, traspasando hacia otras para convertirse, si es que esto ocurre, en un diálogo amplio de la coyuntura mediática social. En mis inicios como militante político custodiábamos fuertemente los paredones del barrio para realizar pintadas partidarias de aquellos mensajes que queríamos transmitir, y lo defendíamos cuerpo a cuerpo de los militantes opositores que querían tapar esos mensajes con los suyos. Hoy se hace exactamente lo mismo que antes en las redes sociales: en vez de buscar un paredón del barrio para pintar nuestra consigna, contamos con los muros de Facebook o una publicación multimedia en Twitter; compartir una reseña por grupos de WhatsApp o difundir una placa en Instagram, todo ello en una hora en particular para que esa idea se multiplique rápidamente entre los propios, con una mayor llegada que la obtenida sobre aquellos circunstanciales transeúntes, al observar los paredones del barrio que nos vio nacer. La última marcha importante que surgió en las redes sociales fue el 21 de agosto pasado y tuvo como consignas el pedido de desafuero y allanamientos de las propiedades de la actual senadora Cristina Kirchner. La primera difusión se conoció seis días antes de la fecha señalada, y bastó que un grupo de activistas políticos, al igual que los viejos militantes del barrio, organizaran un hashtag y lo tuitearan en una hora en particular para que explotara mediáticamente. Para desarrollar esta acción tan solo necesitaron de una idea, varias voluntades que se sumaron con sus cuentas en redes sociales y la organización y el consenso de un horario para llevarla a cabo. Fue tal la indignación popular ante el blindaje político que tenía la expresidenta en el Senado que apenas salió la convocatoria se viralizó enormemente por las redes, a la cual me sumé como un promotor más, acordando con las consignas que luego manifestamos con éxito el 21A. A fines de octubre, a través de una acordada, la Cámara Nacional Electoral solicitó la colaboración del Centro de Información Judicial (CIJ) de la Corte Suprema para poner en marcha una campaña de concientización y formación cívica "para el buen manejo ciudadano de la información política electoral en redes sociales y otros entornos digitales". Resulta importante este pedido para derribar los mitos que hoy imperan sobre el activismo político en redes y fomentar la transparencia de todos los integrantes del sistema partidario en el que defino como "el distrito digital". Si cada partido a través del incentivo de buenas prácticas puede contener la acción política de sus agrupaciones y activistas en redes, el entorno digital será más amigable y al mismo tiempo se marginarán las agresiones de aquellos personajes violentos y mal llamados trolls, que se mantienen como estilo espantoso de cibercomunicación. Generar estos consensos traerá luz y sentido sobre las nuevas formas de participación ciudadana y establecerá parámetros de convivencia civilizados, tan necesarios de cara a las próximas y futuras elecciones. Hago votos para que así resulte. Miembro del Club Político Argentino Por: Ricardo Raúl Benedetti Link de la nota en La Nación: https://www.lanacion.com.ar/2216496-por-una-convivencia-politica-civilizada-en-las-redes
Por una convivencia política civilizada en las redes. Publicada en el diario La Nación el 02/02/19 content media
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Ricardo Raúl Benedetti
17 dic 2018
In Discusiones generales
El autor analiza cómo trabajar y recuperar a los niños y los jóvenes que se iniciaron en el universo del delito.  Publicada en Clarín (Pincha aquí para verla online) “Si duerme en la cárcel me quedo tranquila, al menos no está en la calle” Recuerdo el alivio que mi madre tenía cuando apresaban a mi hermano Litto. Ella sentía que corría menos peligro estando detenido, que suelto en la calle con las “malas juntas del barrio”. Nunca supimos cómo abordar este drama familiar. Producto de la adicción a las drogas y el ingreso a la senda delictual, mi hermano se tornó insalvable, al menos desde el ideario de vida sana y apegada a la ley, que mis viejos nos transmitieron por igual, a sus tres hijos. Por supuesto no fuimos la excepción, como otras tantas familias nos vimos inmersos en una situación compleja de resolver. En el último tiempo la sociedad fue testigo de episodios de extrema violencia. Vimos perplejos el ataque que sufrió las fuerzas de seguridad que custodiaban al Congreso en Diciembre de 2017; sufrimos con el asesinato de Sheila la niña de 10 años de edad de San Miguel; nos angustiamos con Lucía Perez, la adolescente de 16 años drogada, violada y asesinada en 2016; y pasamos de la euforia a la indignación con la trunca final de la Copa Libertadores entre Boca y River, por mencionar solo algunos. Fueron en estas ocasiones que, como nación, nos vimos interpelados: ¿Qué tratamiento le damos al delito en nuestro país? ¿Qué hacemos con los violentos? Los que destruyen el espacio público, los que delinquen con armas arriesgando vidas y en ocasiones asesinando, ¿Y con los violadores y femicidas? Estas interpelaciones dieron a luz al reglamento de Seguridad de Patricia Bullrich, y muchos de nosotros apoyamos. De acuerdo a estadísticas oficiales, tuvimos avances en la reducción de estos delitos aberrantes, pero a todas luces nos damos cuenta que estamos lejos del ideal que pretendemos alcanzar, y generalmente nos quedamos con la bronca de sentir que el sistema que imparte justicia, no sirve de mucho. La desesperanza nos lleva a creer que es imposible todo cambio, aún sabiendo la mayoría de nosotros, qué hacer en determinados casos: acabar con la visión de garantismo irracional que protege más a los victimarios, y aplicar la ley ejemplarmente: · A los violentos reprimir · A los delincuentes armados neutralizarlos a como de lugar · Ya los violadores y femicidas, cárcel por siempre. Y con los niños y jóvenes ¿Qué hacemos? En el libro “Consumo de drogas, prácticas delictivas y vulnerabilidad social” se afirma que el inicio en la dependencia de las drogas y el alcohol ocurre entre los 12 y 15 años de edad, y que cuanto más pequeño es el niño en este comienzo, mayor será su relación con el universo del delito. El 84% de los jóvenes encuestados confirmó que delinquieron para comprar drogas, y un tercio de ellos lo hicieron antes de los 13 años. La mayoría de estos chicos tuvieron una infancia dura. Familias disfuncionales, de bajos recursos y entorno violento, presas fáciles de las bandas de narcotraficantes, ansiosos de reclutar soldaditos para integrarlos a sus tareas criminales, muy distinto a la vivencia que tuvimos en familia con mi hermano, pero con resultados similares a la hora de evaluar la frustración de no saber, o no poder hacer algo frente a este doloroso flagelo. Estoy de acuerdo en perseguir fuertemente a quienes pretenden venderle drogas a nuestros hijos y afectos cercanos, pero si no trabajamos al mismo tiempo con los jóvenes que ya la consumen o se encuentran prestos a hacerlo por distintas circunstancias, los resultados serán magros provocando dolor a propios y extraños. ¿Cómo encaramos este desafío? Contamos con experiencias que nos indican un camino a seguir. Si tomamos en cuenta las estadísticas en cuanto a la edad de inicio en el delito, y a sabiendas de que la familia por sí sola no puede hacerle frente a este desafío, debemos pensar con absoluta seriedad y firmeza, en trabajar la recuperación de estos menores en centros especializados de detención. Establecer la imputabilidad de delitos a partir de los 12 años de edad Repensar la quita de la patria potestad y custodia a una familia transitoria cuando fuera necesario. Salida en libertad aprobada exclusivamente por junta médica interdisciplinaria que avale la recuperación del joven, aunque haya cumplido con el tiempo estipulado de pena. Cuanto más rápido comiencen el trabajo con el adolescente, mejor receptado será el tratamiento y progreso de reinserción social. Sin duda tenemos por delante una transformación enorme de nuestros dispositivos penales juveniles. De nada sirve privarlos de su libertad sin resocializarlos. Es fundamental además, fijar el marco normativo necesario que determine un régimen especial de detención desde los 12 años hasta la mayoría de edad, con una posible escala progresiva en el tratamiento que vaya de los 18 a los 21 años de edad. Protegerlos de no volver a su viejo entorno vulnerable de las bandas delictivas y las drogas, resulta a mi modo de ver, un punto obligatorio de partida en esta primera etapa. ¿Será posible plantear ideas en un año que está por finalizar, y frente a un 2019 cargado de elecciones? ¿Se podrá tomar al delito como un tema de estado, donde todos los sectores políticos y sociales aportemos nuestro conocimiento para intentar resolverlo, de una vez y para siempre? Soy papá de 4 hijos jóvenes. Me siento privilegiado al percibir que la contención que en familia le damos, rinde frutos a la hora de valorarlos. Me mantengo alerta a los detalles, una sensibilidad que heredé de pequeño, por la experiencia vivida. En noviembre de 2005, mi hermano Litto murió en la sala de enfermería de la cárcel de Devoto a sus 45 años de edad. Tuvo convulsiones producto de un estado gripal muy fuerte, y murió ahogado en su propio vómito. Siempre me mantuvo alejado de las “malas juntas del barrio”, y a salvo de los largos brazos de las bandas de narcotraficantes de las que él, no pudo zafar. Sé que existe otro destino distinto que el de mi hermano, para miles de niños en situación de riesgo de nuestro país, de todos nosotros depende que lo hagamos realidad. Ricardo Raúl Benedetti Socio del Club Político Argentino
Erradicar la violencia, el desafío de todos content media
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